Vivo en Almagro. No me gusta comentar sobre mi vida o mi experiencia personal, pero en este caso sirve para ilustrar. Paso todos, o casi todos, los días por la vereda del templo de la calle Corrientes, donde una vez los vecinos tuvimos el mercado de las flores. Desalojado éste durante la gestión de Anibal Ibarra/Jorge Telerman, ocupo su lugar por vaya a saber por qué dineros un templo evangelista, de pastores brasileños, prósperos, pulcros y atildados. El pastor que orienta esta iglesia nos guía también televisivamente por el canal América, pero es más interesante ver a sus acólitos vestidos de traje, con el cabello de corte policial o de custodio, con comunicadores, o telefonitos pegados a las orejas, mientras observan la vereda del templo donde algunos fieles entregan folletería selectivamente, buscando la ropa humilde, la pobreza o la desesperanza. En la misma vereda, vendedores de alimentos acuden a los aledaños de la fe para llevar un peso a casa a costa de tortas fritas, sandwiches o pastelitos, pero no precisamente frente al templo, sino en las proximidades, para no manchar su magnificencia. Completan el cuadro los humildes fieles que, presas de la desesperación espiritual y material, acuden en busca de consuelo a sus penas, miserias y necesidades, con sus ropas recompuestas mil veces, las manos endurecidas, las caras curtidas, las barrigas hinchadas de endémica mala alimentación, los ojos opacos, la sonrisa triste, la alegría humilde, el paso cansino, el ansia de algo mejor para sus vidas, dispuestos dejar lo poco que tienen por un paraíso, una salvación, un futuro, otra vida después de ésta, dejando en manos del líder de su fe sus escasos, escasísimos bienes materiales. Mujeres ajadas, hombres heridos de malos trabajos, jóvenes desempleados, pibitas endomingadas de pobreza, deseosos todos de una buena que los saque del pozo. Y en el templo, el negocio brillante de los inescrupulosos, los explotadores de la miseria, la ignorancia, el olvido, el abandono, y la repugnante avidez de los mercaderes que lejos de ser expulsados del templo, han erigido uno.
Soy un hombre respetuoso de la fe, pero ver todos los días el engaño me está empezando a hacer mal. Sinceramente, me está empezando a hacer mal.
2 comentarios:
Desde la década del 60 para este lado EE.UU no ha dejado de bajar billete en abundancia al sur para bancar a las sectas evangélicas.
Como respuesta a la formidable movida de esos años ligada a los curas del Tercer Mundo, que tomaban las mejores cosas del Cristianismo de Base y acompañaban con acción consecuente los interesantes procesos políticos sofocados en parte luego por el Plan Condor, ese flujo de capitales nunca dejó de llegar. Canales de TV, estadios, renta de pastores, cursos en Miami y toda la parafernalia de recursos engañabobos dedicada a sofocar y distraer a los potenciales depositarios de ánimo insurreccional (los que menos tienen) están hoy mas activos que nunca.
Desde el Plan Marshall de Kennedy, pasando por los Documentos de Santa Fe 1 y 2 (1968), también por el Consenso de Washington (1989) y hasta nuestros días, donde el sistema prepara un nuevo ardid camuflado de atuendos humanitarios bajo la éjida de un presidente global negro, la succión de un sistema decrépito y rapiñero en la yugular de los pueblos del mundo no se ha detenido.
Yo digo... ¿Qué tendrá que ver Dios con todo esto?
¿Qué decir entonces a los mansos de corazón que van a morder el triste anzuelo de antros como la susodicha iglesia de Corrientes al 4000?
Ayer pasé por Olivera al 100 (casi Rivadavia) en mi querido barrio de Floresta, donde nací, y había una nueva (al menos yo no la había visto) y tenía todo el aspecto de una sucursal de Coto o Carrefour. Parecía una promoción de productos de una góndola.
¿Qué te puedo decir?
Hermano... ¡no te da bola Tinelli!... ¿Te va a dar bola Dios?
NOSFERATU, DESDE EL DISTRITO KANIBAL
Nosferatu, Dios ilumina tu pluma, ¿para cuando un blog, un lugar donde digas lo que tenés que decir, para bien de muchos? Como siempre, gracias por comentar.
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