sábado, 28 de noviembre de 2009

FELICES

Finalmente, después de tantos años de democracia, sucedió. Después de soportar tanto tiempo la corrección política imperante, ya es tiempo de cambio. De una vez por todas, el medio pelo porteño puede expresar claramente sus ideas, calladas durante tanto tiempo para no quedar mal, para no parecer desubicado, para que nadie crea que uno no es sensible. Pero ya basta. Ahora gracias al visto bueno de los brutalizadores de la televisión, de la prédica policial de la prensa escrita para la gente como uno, de las homilías de Bergogoglio, representante de Dios en Buenos Aires, del rabino Bergman, también representante de Dios, se puede decir a voz en cuello "meta bala" , se puede pedir cárcel para los pobres, incendios para las villas, hablar mal de Madres y Abuelas, aplaudir por cómo se terminó con el crimen en Estados Unidos (como si lo hubiesen logrado). Se puede despreciar a los inmigrantes de países vecinos, se puede atacar a homosexuales y oponerse al aborto, se puede en fin, dejar de ser políticamente correcto. Se vuelve a hablar de terrorismo, se puede aplaudir a la Pando (ella también sufrió, che), se puede estar en contra de los sindicatos, en contra de la ayuda social, se puede admirar sin tapujos a los garcas triunfadores. Todo está permitido para la pequeña burguesía de la Reina del Plata, por que los poderosos, los que todavía nos obligan a escuchar su monótona voz, se lo han permitido. Y eso los pone felices, pues pueden sacar a relucir públicamente, sin ruborizarse, sin ocultar sus verdaderas ideas. Por que pueden ejercer la mayor de sus libertades, la más ansiada: el odio.

jueves, 5 de noviembre de 2009

PAGINA

Por Facebook puede uno adherir a la recuperación del futbolista Fernando Cáceres, al que guardo deportiva estima. Cáceres fue baleado en una situación que la familia considera poco clara, pero ya se encargará la justicia del caso: sabemos, por los medios de difusión, que hay dos sospechosos, culpables para la opinión pública dirigida por la prensa. En Facebook hay sentidas muestras de solidaridad con el futbolista y su familia, sinceros deseos de que se recupere pronto, elogiosos recuerdos, cariño y admiración, y la mejor de las buenas leches para el jugador de fútbol.
Y junto con esos mensajes alentadores, los de siempre, los del odio, los que parecen creer que el país se inauguró la semana pasada, que las condiciones sociales son culpa de cualquiera, menos de los verdaderos culpables, que todo se soluciona con muerte, violencia, incendios...¡Incendios! Uno de los mensajes pide quemar las villas de donde salen los delincuentes que nos matan sin que el gobierno haga nada. ¿Qué debería hacer el gobierno, éste, otro o cualquiera? Siempre la misma respuesta: bajar la edad de imputación, meterles balas, quemas las villas, deportar a los extranjeros. ¿Dónde están los derechos humanos? pregunta otro,admirador del orden cementeril de la dictadura de Videla.
Y no es que uno vaya a preconizar que la inseguridad producto del delito no existe. Existe. Y va en alza. Sólo que no se va a terminar alentando el odio ni la desesperación por todos los medios de difusión: no va a terminar con las voces de Macri, Blummberg, Susana, Tinelli, de Narváez, o el discurso hueco de Stornelli y Scioli.
La tremenda pauperización de las clases proletarias (sí, hay que usar el marxismo de vez en cuando) es producto de un plan que alcanza a muchos países, particularmente en América del Sur, y lleva muchos años de implementación, y crea condiciones de pobreza económica, desesperanza, resentimiento, con la espantosa costumbre del clientelismo político de los últimos 30 años(de todo signo), la desaparición de la cultura del trabajo, el abandono de la educación, junto con la consagración cultural del éxito fácil, del robo y la brutalización pública desde la televisión, por citar algunas características.
No es creíble que quienes alientan a diario los peores valores morales del enriquecimiento a costillas del prójimo, de un orden económico, no ya injusto, sino criminal, que sostienen y han sostenido dictaduras, que aplauden cuando el imperio invade países en nombre de la libertad, que son responsables de las condiciones de miseria en donde se recrea el delito, sean los que cargando las tintas del miedo y el odio popular, traigan la solución para la inseguridad.
Y me revuelve las tripas que lo hagan utilizando el legítmo dolor de quienes admiramos a un deportista como Fernando Cáceres.
Que te mejores, Negrito.